Enamoraba a cualquier hombre que la contemplaba, fue la responsable de convertir a Cnido en centro de peregrinaje. Se la colocó en un templo con una entrada posterior para que también se la pudiera ver por detrás, y así continuar enamorando a los ya enamorados que la seguían contemplando y recorriendo creyendo, o mejor aún queriendo creer, que en algún momento la bella e inalcanzable Venus iba a despertar.
No solo despertaba amor por su enternecedora mirada, esa expresión radiante y joven, y toda la belleza que emerge del aura de esta afrodita; también despertaba pasiones más incontrolables, los griegos, amplios exploradores de lo dionisíaco no tenían problema alguno en asumir que “ella” principalmente los colocaba en el lugar de voyeurs, y tanto más por su actitud aniñada e inocente al sostener sus ropas sencillamente con su mano izquierda, luego de habérselas sacado para tomarse un baño. En esa actitud relajada y despreocupada en contraposición con su desnudo radica su dual encanto.
Obra que nació para ser moderna, Praxíteles la compone con los principios de contrapposto (toda la armonía equilibrada, el sentido de libertad y descanso) que emergía del Dóriforo de Policleto pero aplicado por primera vez a las formas redondeadas femeninas y, más allá que el desnudo masculino había sido aceptado desde hacía tiempo en Grecia, el hecho verdaderamente significativo fue el desnudo femenino que Praxíteles le presenta a su pueblo y como éste sería la imagen de dicho pueblo, como Hegel lo expreso, para los griegos no hay representaciones, solo hay realidades/presentaciones, la Venus de Cnido era la mismísima diosa del amor y ella era Cnido, ellos le pertenecían y estaban en deuda con ella, no solo porque culturalmente siempre se esta en deuda con los dioses (o Dios), sino que también a posteriori, si por algo se los recordaría en la historia, sería por ella.
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Venus de Cnido -copia romana- |
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Detalle del rostro de la Venus |
Goya no fue el único que tuvo que lidiar entre la contraposición del mundo sensual y el mundo decoroso de la/s Maja/s y entrar y salir de ambos simultáneamente: Praxíteles también esculpió al mismo tiempo dos versiones: pero el pueblo de Cnido, quienes no tenían ataduras de ningún tipo (a diferencia de los españoles), y aceptaron de muy buena gana a la segunda versión que fue la que quedaba disponible, llevándose al “pathos” con ellos; y sumiendo en la oscuridad para siempre a la otra versión vestida –el “ethos”- y arrastrando con ella al olvido a aquel pueblo que la adquirió.
De la original (desnuda) nada queda, solo podemos imaginarla gracias a las diferentes reproducciónes romanas con la certeza que ha sido sublimemente más bella que las sombras que quedaron en pie.